Requiem de Amor y Falcata

Amor y Falcata cesa sus publicaciones tras casi dos años escribiendo para la Transformación Integral.

Requiem, según la liturgia romana, es una misa de difuntos. Con el aletargamiento social que padecemos, casi convendría empezar la ceremonia previa al entierro. El calor estival ha adormecido más la capacidad de pensar y ha secado hasta la última gota del seso de las élites mandantes. El sistema vigente conduce a una muerte general, un sistema de dominación que ha ordenado un cuerpo social de espíritus sin aliento y que, precisamente porque socaba al individuo y sus necesidades más humanas, cava su propia tumba.

Por más que veamos la degradación y descomposición social, con este réquiem, Amor y Falcata no pretende preconizar la muerte ni dar su propia sepultura, sino detenerse a meditar. Atendiendo a su etimología, réquiem significa descanso o reposo, significado literal que tomamos en este momento, para retirarnos y reflexionar sobre el recorrido del colectivo y su papel en la divulgación de ideas.

En ningún caso este réquiem clama por el descanso eterno de sus integrantes ni obra un ruego para su entrada en el paraíso. Creemos en la revolución, pero no como utopía realizable en esta o en otra vida. Tampoco confiamos en la salvación de ningún mesías, pues arremetemos contra las religiones políticas que anulan la persona. La liberación de la tiranía, en caso de ser posible, atañe a los hombres, depende de nuestro combate e inteligencia y, como ejemplo, nos inspiran nuestros antepasados, especialmente los pueblos de la Península ibérica, héroes de la Revolución altomedieval.[1]

El colectivo nació por la vida y su transformación, al calor del IV encuentro de Transformación Integral en un momento de gran necesidad de respuesta a la “falsa pandemia y apetito por la muerte” (nº 1). Las editoriales han expuesto un enfoque común sobre una coyuntura de gran ofensiva estatal (nº 3) y artificialización de la vida (nº 7) precedidas del desvanecimiento de la libertad de expresión (nº 2) y conciencia en la misma civilización donde se erigieron, la civilización occidental.

La pobreza moral (nº 4) y el desprecio por la verdad (nº 5) caracterizan los actos de las élites en el poder que contagian a las masas. Con nuestros textos, proclamamos un sentido histórico y, fundamentalmente, un sentido común frente a las paradojas (nº 8) de una escenario tan ruidoso y perturbador. Las excusas y amenazas programadas de los estados (nº 9) han motivado la creación de ejércitos masivos. Con la incitada guerra de Ucrania (nº 14) se ha incrementado la militarización del mundo y todo acerca la escasez (nº 16).

El Estado ha multiplicado el control social tras la era Covid. Sugestionada e infantilizada por el miedo -primordialmente el miedo a la muerte-, la gran mayoría de la población ha obedecido a medidas despóticas e injustificadas. Tanto ha sido ese miedo que las muchas maniobras desveladas (nº 10) no han provocado ninguna respuesta social. En la celebración de la Navidad, casi proscrita, distinguimos una mínima resistencia por el amor y convivencia entre iguales (nº 12), una resistencia que debía extenderse contra la religión de la inoculación y la nefasta creencia en las vacunas (nº 13).

Antes, observamos en la semiclandestinidad un punto de evasión al sistema de control y dependencia (nº 11) y en la revolución advertimos la ocasión de cambiar el curso de las cosas (nº 15). La masa continúa narcotizada pero cada vez más personas deslegitiman el sistema. Cuando se elevan las trompetas con su sinfonía apocalíptica (nº 16) no querríamos abandonar la sustancial batalla de ideas a la suerte de telepredicadores reformistas o tecnófilos. La lucha exige en una mano la falcata y en la otra una pluma que agite la conciencia.

Las editoriales, guiadas cada una por un miembro del colectivo, han tomado un estilo dispar y diversa precisión, pero, generalmente, todos los artículos han orientado la reflexión hacia una conciencia revolucionaria. Las circunstancias u obstáculos organizativos se han superado con la voluntad y el compañerismo. Nos une escribir por convicción, hemos aprendido individualmente y como colectivo hemos comprobado que escribir exige un esfuerzo de estudio, comprensión y claridad. Pese a las dificultades de difusión, todavía creemos que la lectura puede prender el espíritu transformador.

Nuestra motivación se fundaba en alentar a los vivos y sembrar conciencia revolucionaria. Con todas sus limitaciones, lo realizado para la interiorización del ideario de la Revolución Integral posee el valor de haber esparcido la semilla de la transformación. Ahora, “La revolución es lo decisivo”, como reza el encabezado del Manual de la RI destinado a estudiarse para el VI encuentro de la Transformación Integral[2].

Aunque la situación actual no se presta ni a la revolución ni al surgimiento de un sujeto que protagonice ese cambio, en poco tiempo pueden derivar otras condiciones. Las contradicciones inherentes del actual orden político lo conducen a su propia destrucción. En la medida en que cambien esas condiciones el programa de la RI se presenta como determinante para la transformación radical de la sociedad. Ante el reformismo burgués, hedonista y procapitalista que reivindicará más Estado de bienestar en su inevitable corrosión, planteamos claras transformaciones.

En pocas líneas… Un sistema político de democracia directa, sin politicastros profesionales, con armamento general del pueblo para asegurar la soberanía popular y con la libertad con los iguales como prioridad. Una educación desde la experiencia que elimine el actual aparato educativo de adoctrinamiento, que busque firmemente la verdad (por imperfecta que sea) y contemple la contradicción de toda realidad. Una medicina libre de yatrogenia que no humille a la persona y cuya salud nazca de la fortaleza interior. Una recomposición de la naturaleza y la agricultura que extinga las megalópolis. Una economía comunal, basada en un trabajo libre con el control popular de los medios de producción, que también elimine toda tecnología para el control social y la represión. Una sociedad, en contra de la colosal depresión actual, asentada en la convivencia y los valores, cuyo valor fundamental sea elevar al individuo y sus relaciones interpersonales (pp. 34-35)[3].

La gran diferencia programática con las utopías o las mal llamadas revoluciones del pasado radica en la consideración del ser humano y su perfeccionamiento integral. El individuo es la causa de la sociedad y no al revés. El progreso con sus leyes de la historia -marxismos a la cabeza- amputaba las cualidades de trascendencia del sujeto. Así, este movimiento encuentra al ser humano como causa directa de revolución. La Revolución francesa, la soviética, las revoluciones de liberación de las colonias u otras revoluciones del pasado sustituyeron los regímenes anteriores con sistemas más perfectos de coerción y dominación, haciendo progresar, esencialmente, el gran poder de los estados y de sus minorías mandantes en virtud del sometimiento del individuo y los pueblos en todos los ámbitos de la vida. Hoy ese poder predestina a la muerte y hace agonizar a la sociedad.

Es momento de profesar un claro ideario para la revolución y practicarlo hasta alcanzarlo, hasta hacerlo costumbre, seguramente necesitemos mucho tiempo. Ello conlleva recuperar las nociones básicas propias de nuestra cultura: la noción de virtud cívica, de lucha por el mejoramiento personal, de cultura y sabiduría popular, la idea de libertad (interior), la concepción de dignidad y de persona soberana, la ilegitimidad del poder de las élites, de la expresión del mal en la voluntad de poder, la categoría de comunal, de trabajo productivo útil, la convicción del perjuicio en el abuso de la riqueza material, la cosmovisión del amor y del erotismo y, cómo no, la categoría de combate (pp. 27-28)[4].

Ahora existe la necesidad de retomar fuerzas y valorar la estrategia a seguir ante el momento histórico, pero sin abandonar la reflexión y construcción de esa nueva sociedad y nuevo ser humano. El colectivo envaina la falcata dejando a mano su empuñadura, mientras cultiva una ética individual en la que practicar el amor a los iguales. ¿No vaticinamos con esperanza el final del orden vigente? Entonces, lejos de agotarnos, su fase terminal debe reavivar nuestro ímpetu y ardor revolucionario.

¡Hasta pronto!


[1] En Félix Rodrigo Mora. Revolución en la Alta Edad Media, sin editar. Y en José F. E. Maenza. Vida comunal y transformación. La Comunidad Integral Revolucionaria, Editorial Bagauda, 2022.

[2] Félix Rodrigo Mora. Revolución Integral. Manual (para el VI Encuentro de la Transformación Integral), 2022.

[3] Idem.

[4] Idem.

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